Crónicas de Paseo: Radio Eduardo FM

with Sin Comentarios

 

Corría enero de 1997, el último de los paseos a la “Parcela” de los Reyes en los que participaría. Como muchas de nuestras actividades, siempre terminaban llenas de anécdotas, situaciones ridículas, e incluso peligrosas (como aquella guerra de espadas de cañas de bambú en donde le tajeé la mano a Jaime).

Ese año, el ramillete de nenes estaba compuesto por los dueños de casa (Óscar y Fernando), Checoso, Juanqui, Jaime (que llegó un día después afirmado de una chupeta plástica que había sido escondida en los matorrales de Caperusito luego del año nuevo), Osquito, Marco “Hale'”, Nana, Fernando “Doc” y quién les escribe.

No recuerdo con exactitud la fecha de la llegada, pero sí que salimos muy temprano y con mucho frío. Sólo unas colchas nos servían para cubrirnos del frío en la parte trasera de una camioneta que nos dejó camino a nuestro destino final: la Parcela y su enigmático cuidador: Ángel.

Luego de caminar cerca de dos horas desde la carretera principal, llegamos a destino e instalamos nuestro campamento.

A través de los innumerables episodios que vivimos en esos cinco a seis días de sana locura (ni copete llevábamos), se me vienen algunos a la mente que iré detallando en este y algunas publicaciones posteriores. Hoy me referiré a “Eduardo FM”.

Si bien fue una emisora conocida de Quilpué (100.1 FM), en realidad fue en el contexto que se nos presentó lo que lo dejó grabado en nuestros recuerdos.

¡Te desafío Doctor!

Era el final de un día lleno de actividades de trekking, baño en el tranque, correr, jugar a la pelota, entre otras cosas. La noche era el momento de la fogata y de conversar y reírse mientras el sueño se apoderaba de nosotros. Para suerte de nuestro querido Fernando “Doc”, las bromas de turno se dirigieron hacia él.

  • “Ya pues doctor, muéstranos sus poderes”, lo emplazaba Juanqui
  • “Si por, doctor, desmaterialízate y vuélvete a materializar”, le decía desafiante.

Para darle espectacularidad a la escena, comencé a hacer unos movimientos de brujo y con un palo que actuó de báculo, hacía una ridícula danza mientras proseguía. Debido a esas cosas inexplicables, en el lugar del campamento había un tambor de cartón lleno de jugo Zuko de naranja, dejado ahí; y del cual hacíamos un par de litro diarios para beber.

Al tirar un puñado de jugo a la fogata, ésta emitía un espectacular fogonazo hacia los cielos, potenciando el baile tribal.

  • Ya por Lale, tira más polvos mágicos al fuego”, decía el Juanqui cagado de la risa.

Tras un par de llamaradas y consignas anti doctor, éste se aburrió y se fue dentro de la carpa. Simplemente se “desvaneció”. Años más tarde, y junto a la compañía de unas cervezas, me revelaría que dentro de la carpa estaba cagado de la risa de mis estupideces, y no salió para darle más realce al show.

Al no conseguir respuesta del Doc desde el interior de la carpa, el tenor de las “invocaciones”se hicieron más elevadas de tono.

  • “¡Sal Doctor Slimer!” “¡TE DESAFÍO DOCTOR CULIAO!”, le esputé mientras tiraba un puñado más de jugo al fuego, a lo que estas alturas ya parecía un ritual indígena.
  • “¡Sí culiao loco, anda a costarte mejor!”, me respondía el Doc desde su lecho.

Las risas no se hicieron esperar. El cansancio hizo lo suyo y nos echamos al lado de la fogata mientras la radio sonaba incesante. Varios se durmieron y sólo Óscar y yo quedamos despiertos.

“El alma del abuelo”

Tras comenzar a dormitar y conversar de tanto en tanto, la radio dejó de sonar y sólo emitía estática. A esas altas horas de la noche, era probable que la emisora hubiese dejado de transmitir.

De pronto, y sólo con la luna y los grillos de fondo, con Óscar comenzamos a oír una nueva transmisión de la radio, pero esta vez, ya no era música lo que sonaba, sino una especie de historia de terror.

  • “… y la niña, sentía una extraña presencia en su dormitorio …”, salía por el parlante de la radio de Nana.
  • “… y en ese momento, el alma del abuelo quedó atrapada en la cinta de video …”, sonaba en la radio con una misteriosa aura. Ambos nos miramos con Óscar y dijimos “qué mierda es esto”.
  • “¿Será el alma del doctor Slimer?”, decíamos mientras nos reíamos. “No salió de la carpa, pero se materializó a través de la radio …  jajaja”, bromeamos.

Luego de un final abrupto de la historia, la marca de la radio versaba “Eduardo FM”. Nunca la habíamos oído mencionar siquiera, y nunca la pudimos sintonizar nuevamente. Sólo apareció en el momento indicado para cerrar una noche de desvaríos y locura adolescente.