1995 y 1996 representaron los años de transición hacia nuestra juventud. Muchos ya cursábamos la enseñanza media y los gustos propios de la niñez empezaban a quedar de lado, para dar paso a las fiestas, el alcohol y el lucimiento sobre ruedas.
Dentro de la familia Morton, los únicos cuyos padres tenían auto eran Juanqui, Óscar Estay y Jaime. El padre de los Reyes tenía un camión, que no era un vehículo para salir a “vacilar”, precisamente, pero que sí fue escenario de variadas luchas libres con “Andresito” a torso descubierto como protagonista.
Sin embargo, sería de la mano de Óscar, el hermano mayor, que la diversión sobre cuatro ruedas llegaría a través de la presencia de un enigmático personaje montado en un Fiat Punto del año: el Sr. Molina.
Compañero de universidad de Óscar, compartía además la afición de los “niños de la calle” por las aventuras de John Goodman y sus amiguitos, del cual se convirtió en uno de los principales proveedores, siendo considerado por muchos, un adelantado a RedTube.
Sus apariciones no respondían a ningún patrón específico, por lo que en nuestro imaginario, optamos por la figura de la Convocación. Vale decir, llamarlo mentalmente para que dejara sus aposentos rebosantes de porno y condujera hasta el cerro Barón para llevarnos a “dar una vuelta”. El 90% de las veces, la estrategia funcionaba. Nunca supimos porqué.
El invierno intensificaba sus apariciones, por lo que las salidas generalmente eran en épocas brumosas, permitiéndonos ocultar nuestras “fechorías” en la oscuridad de la noche.
De paseo con Molina
Molina era un hombre simple y bueno para la risa. Eso hacía de su auto, tierra fértil para nuestras payasadas, que iban desde gritarle a una pareja “llévatela a un motel”; hasta mostrarle el poto descubierto dándose palmaditas al auto que nos seguía. Lo genial de esto, es que generalmente nos ganábamos numerosos cambios de luces, que dejaban al descubierto granos y calzoncillos con más de alguna sorpresa.
Los pilotos habituales de estas salidas éramos Óscar, Tata, Juanqui y yo; junto a Molina, por supuesto. Eran una suerte de catarsis, que muchas veces significaba una pausa en los estudios para los que estaban en la universidad, y/o simplemente un pasatiempo para los que nos quedaba un año para dar ese paso.
Creo que nunca hubo alcohol en estas salidas. No era necesario.
Uno de los paseos habituales era recorrer el Camino Cintura de Valparaíso, desde Avda. Gran Bretaña en Playa Ancha hasta la Avda. Francia por el cerro La Cruz.
Si la ocasión lo ameritaba, nos deteníamos en la Avenida Altamirano o en el Mirador de la Plaza Bismark a estirar las piernas, pero no era lo común. Lo que sí lo era, fue la banda sonora que con Óscar nos propusimos grabar en un cassette para acompañar estas travesías.
Lamentablemente, el tiempo se llevó esas cintas, que si hoy existieran, sin duda serían un pasaje directo a la música que acompañó y definió esa época, que iba desde el pop de moda hasta el rock alternativo o grunge. Del Sr. Molina tampoco supe más, sólo me lo topé en 2004, mientras esperaba a mi viejo que llegara con las compras desde el Mercado Cardonal.
Quizás, hoy sea accionista de Brazzers o RedTube, quién sabe.