La enigmática tienda Alhue (parte 2)

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Había pasado una tarde completa y la tienda Alhue aún no daba señales de que sería abierta en algún momento. Rodrigo y yo, ya habíamos dado el caso por perdido.

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Mientras el día corría y la banca en que esperamos por largos momentos ya nos parecía insoportable, otro cartel llamó nuestra atención, y de paso, alivió la eterna espera a la que nos habíamos sometido en ese afán y deseo de niños por obtener el juguete deseado.

“Bromas” rezaba un desteñido y desgarbado letrero en una de las tiendas aledañas a Alhue. Nos miramos, y sin mediar palabras, acordamos ir a echar un vistazo.

Intrigados, nos acercamos a su vitrina y pudimos ver los más variados y extraños artilugios que podíamos imaginar: máscaras con bigotes y anteojos (estilo Groucho Marx), cubos de hielo con moscas, cámaras de fotos, encendedores, cajetillas de cigarro y calculadoras lanza agua; polvo pica pica, e incluso, un extraño aparato para imitar el sonido de los peos, que posaba junto a un excremento de greda muy realista

  • “Jajajaja, mira ese mojón para ponerlo debajo de la mesa al almuerzo”, le dije a Rodrigo.
  • “Están buenas esas cosas lanza agua”, me dijo.
  • “Quizás podríamos usar algunas en la casa fantasmas que estamos armando”, le repliqué.

*Durante esas vacaciones con Rodrigo armamos una casa fantasma (como la de Fantasilandia) en un cuarto que tenía en su casa. LA llamamos “Los pasillos del terror”, pero esa historia, será parte de otra narración.

Olvidando momentáneamente a los Transformers, entramos campantes a la tienda que en su interior era digna de un circo de fenómenos.

Mojón de greda que Rodrigo compró para jugarle una broma a mi tío Jaime.

Máscaras con caras muy extrañas, disfraces de monstruos, hacían juegos perfecto con las innumerables prótesis de goma de orejas, narices y dientes falsos para jugarle alguna broma o darle un susto a algún amigo. Era un lugar sobrecogedor pero a la vez tan inquietante como Silent Hill.

  • “¿Qué van a querer?”, nos dijo un inmutable anfitrión.
  • “Queremos algunas bromas lanza agua y un mojón de greda”, dijimos conteniendo apenas la risa.

Acto seguido, y como por arte de magia, el encargado puso sobre el mostrador desde una cámara de fotografías, un encendedor, hasta una flor de solapa para mojar a algún inocente.

Máscara estilo Groucho Marx vista en la vitrina de la tienda de bromas cerca de Alhue.

Con el frescor de la reciente promoción de de Free, Orange Crush y Canada Dry, la moda de las bromas estaba a flor de piel. Sin pensarlo dos veces, gastamos parte del presupuesto destinado para aquellos deseados Terrorcons, en una calculadora, un encendedor, una cajetilla de cigarros lanza aguas y un flamante excremento de arcilla.

  • “¿Tiene un poco de agua?”, le preguntamos al encargado.

En sólo unos momentos, teníamos las tres bromas cargadas para probarlas. Ahora teníamos un buen distractor para no aburrirnos en la espera de que el dueño de Alhue volviera a la vida y decidiera abrir su tienda.

Juguetes lanza aguas que aún conservo de la tienda de bromas en Quilpué. El autoadhesivo de Marlboro lo tomé de unos calcetines que me regalaron para darle más realismo al encendedor.

Ya comenzaba a caer la noche y mientras nos encontrábamos sumergidos divirtiéndonos con nuestras nuevas adquisiciones, un sonido metálico, estruendoso y seco; hizo que dirigiéramos las miradas hacia nuestras espaldas, las que ahora estaban iluminadas por un resplandor proveniente del interior de una tienda.

Por un minuto, nos sentimos mirando al sol en un día de verano. Se trataba de Alhue, tienda que tras dos días de espera, izaba su cortina y nos permitiría ingresar a sus enigmáticas entrañas.

Encandilados momentáneamente por la luz, pudimos distinguir una misteriosa silueta que se preparaba para atender a sus primeros clientes, quizás en mucho tiempo. Esos éramos nosotros y estábamos listos para ser atendidos.

Continuará