- “¿Qué vai’ a hacer el domingo?”, le pregunté a Oscar.
- “No sé … podríamos ir a LA CITA”, me respondió con voz de misterio.
- “Ya poh'”, le dije entusiasmado.
No se trataba de chicas ni de algún “brillo”, sino de juntarnos y bajar al centro a dar una vuelta a la entonces popular “Calle de los Niños”, invento del rancio alcalde “Chancho” Pinto que se robó hasta las estatuas del puerto querido … pero esa es otra historia.
La actividad se realizaba cada domingo en las cercanías del Parque Italia, en la avenida Pedro Montt, donde habían shows varios, malabarismo, pintura para los más pequeños y una que otra pendeja pasada a caca que se creía mina, pero no era más rica que Sarita Vásquez.
Instaurada como una tradición, cada sábado en la noche arreglábamos los últimos detalles para no fallar a lo que a nuestros 12 o 13 años, era todo un panorama, que incluía una pasada por la feria de las pulgas de la Av. Argentina y por supuesto, ir a nuestro único vicio de entonces: los videojuegos.
1992 era el año de Street Fighter 2′ y Mortal Kombat, por lo que hacer gala de las habilidades luchísticas frente a un sinnúmero de mirones, era todo un símbolo de estatus entre la muchachada. Algunos alternativos como Jaime, preferían la dificultad del Street Fighter 1, cuya única y extinta máquina se encontraba el los videos “Italia” a un costado del parque del mismo nombre.
Ya era domingo en la mañana y las alarmas comenzaban a sonar. A eso de las 11:00 hrs. comenzaban a asomar las lagañosas y deslavadas caras de los protagonistas de “la cita”: Oscar, Lale, Tata, Jaime, Checoso, Juanqui y un temido e inesperado invitado, el “Goonie” Alonso.
- “Chuuu, invitante al Goonie … cagamos”, dijo el Juanqui asustado.
- “Si poh, la embarraste poh Tata, veí’ que hoy día traje luca”, dijo el Checoso tocándose el bolsillo como resguardando un gran tesoro.
- “Debimos haber invitado al Osquito o al Nana, pa que hicieran bulto”, dije algo confundido.
Aquellos fundados temores reposaban en la indiscutible fama de “yeta” de Alonso. Asaltado innumerables veces, su aspecto “cuico” y vestimentas de marca le hacían un suculento trofeo para lanzas y cogoteros apostados en los “videos”. A punta de golpes o cortaplumas, le quitaban las pocas monedas que cargaba e incluso le humillaban sacándolo del juego que en ese momento se encontraba disfrutando.
- “Ya cabros, hay que aperrar no más, pero ni cagando me pongo a jugar al lado del “Goonie”, dijo el Tata.
- “No se te vaya ocurrir jugar Captain Commando, poh Oscar”, le dije en tono de amenaza.
La suerte estaba echada. Lentamente enfilábamos rumbo a los “Galáctica 20” del pasaje Quillota, nuestra primera parada y en donde el fichero “Chino” nos esperaría para marcarnos algunos créditos extras … eso, si alcanzábamos a jugar una ficha sin antes ser asaltados.
Continuará …