- “Ya poh, hagamos un asado poh”, le dijo Jaime al Osquito.
- “Este finde están mis viejos, pero la María José ofreció la casa el otro día”, contestó animado.
- “Bacán, yo le digo al resto de los cabros pa’ que pongan cuota”, replicó el “ceja”.
Sin duda, 1996 fue un año movido y lleno de actividad en la calle Julio Verne. Los carretes y asados varios eran parte de cada fin de semana, en donde el que estaba solo, prestaba la casa … arriesgándose a quedar, sin hogar.
Una de estas personas era María José, una vecina cuya casa se transformó en una suerte de “casa club” para los niños de la calle. Me recuerdo que su pololo de entonces se parecía al “Machito Ponce”, cantante bizarro argentino que sólo hablaba de “ponerla” con un acento boricua bastante freak.
Ese viernes, los padres de María José retrasaron su salida, pero el papá se ofreció para encender el carbón y echar a asar las primeras “longas”. Todos estábamos junto a él, como obnubilados por el espectáculo que representaba la noche que se nos venía encima. De pronto, las cervezas comenzaron a circular.
- “¡Salud!”, dije entusiasmado.
- “Weeena”, replicaron el Nana, Jaime y el Tata, todos con un vaso de cerveza en la mano.
La delgadez extrema de algunos y el poco training etílico de aquellos años comenzaron a mellar la cordura de los comensales, que comenzamos a hablar incoherencias y a reírnos de cualquier cosa, cual infante que asiste a misa.
De pronto, el tío comenzó a agacharse para recoger y acomodar el carbón. A un costado, las longanizas burlonas nos llamaban a la broma. Arco descubierto, pierna más diestra …
- “Y usted, ¿qué opina de la inflación?”, dije con una longaniza en la mano a modo de micrófono apuntando a mi interlocutor, agachado en búsqueda del carbón. Las risas no se hicieron esperar.
- “Informó para Telecrece, Pablo Honorato”, sentencié.
El tío nunca se enteró, pero quedó en la retina de todos y se instauró como una costumbre peligrosa al agacharse a recoger algo. Del resto del carrete no me recuerdo mucho, salvo que en ese tiempo no sufría de las cañas diabólicas … lo que es la juventud. Un divino tesoro, como dicen algunos.
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